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UNA NIÑA LLAMADA ANA

Había una vez en un país muy lejano un hombre y una mujer que pensaron en tener un hijo para poder cuidarlo y quererlo mucho.
El hombre se llamaba Luis y la mujer Susana y querían formar una familia maravillosa, llena de amor y felicidad.
Eran dos personas muy trabajadoras, respetadas por la gente del lugar, que les querían mucho.

Vivían muy felices en una granja llena de gallinas, conejos y otros animales domésticos a los que cuidaban con mucha ilusión.
Cuando llegó el invierno, Susana empezó a notar que su barriguita comenzaba a engordar y se puso muy feliz porqué supo que dentro de ella estaba creciendo un bebé.
Una mañana, Luis se levantó temprano para ir a dar de comer a los animales y se dio cuenta de que en el tejado de la granja había posada una cigüeña que tenía sobre su pico una mantita y dentro de ella una niña preciosa. Luis, muy emocionado, volvió gritando dentro de la casa:
    - ¡Susana, Susana!, ya está aquí.
gallina, gallo y pollitos
Cuando Susana vio al bebé tan precioso, con una dulce carita, se echó a llorar de alegría.
    - Es preciosa; es nuestra hija. ¿Cómo la vamos a llamar?
Entre los dos decidieron que se llamara Ana.

Con el paso del tiempo, Ana fue creciendo y haciéndose una niña muy buena y obediente.

Sus padres estaban muy contentos con ella, porque era muy trabajadora y les ayudaba mucho. Cuando empezó el colegio, Ana se sintió aun más feliz porque allí hizo muchos amigos con los que jugar.
Un día Ana se subió en una valla y su señorita, en cuanto la vio, le dijo:
- ¡Ana!, bájate de ahí, que puedes caerte
Pero ella no le hizo caso y siguió jugando encima de la valla con lo cual, finalmente, terminó cayéndose. Su señorita muy asustada, corrió en su auxilio al verla llorando caída en el suelo y llamó inmediatamente a sus papás para que la llevasen al hospital.
niños jugando
La señorita les contó a los papás de Ana que había ocurrido y ellos se enfadaron mucho con la niña y le pidieron que les explicara porque no había obedecido a la señorita.
Ana dijo que creía que no se iba a caer; reconoció que debería haber hecho caso a la señorita y pidió disculpas.
Sólo se había lastimado físicamente en un dedo, pero lo que más le dolía era haber desobedecido a su señorita, por lo que volvió a pedirle perdón y prometerle que a partir de entonces no volvería a desobedecerla.
-Aquel incidente le sirvió de lección a Ana y a sus compañeros de clase y todos juntos decidieron no jugar a cosas peligrosas y “hacer siempre caso a los adultos que nos está cuidando”

MORALEJA: Los padres y los adultos que nos cuidan, siempre nos dicen las cosas por nuestro bien, para que no nos ocurra nada malo.
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Página publicada por: José Antonio Hervás