La
empresa que desarrolla su actividad en un mercado de libre competencia
no puede subsistir si no produce beneficios. La consecuencia inmediata
es la de que es preciso promover cualquier acción que estimule
el aumento de los citados beneficios.
Estos beneficios se obtienen restando de los ingresos obtenidos por
las ventas de los productos el coste para obtenerlos. Dentro de estos
costes se encuentran, entre otros, los de la CALIDAD (prevención
y evaluación) y los de NO-CALIDAD.
Se entiende por COSTES DE LA NO-CALIDAD los gastos realizados en recuperar
y convertir en vendible todo aquello que, por cualquier razón,
no se ha fabricado bien a la primera.
Es decir, la suma de los fallos (internos y externos) es lo que se denomina
NO-CALIDAD : Exceso de consumo de materias primas y auxiliares, coste
de los productos depreciados y de los no recuperables, coste de las
recuperaciones, mayores mermas a lo largo del proceso productivo, coste
de inmovilizaciones y portes adicionales y costes de las reclamaciones
y cargos de clientes aceptados por la empresa. A las empresas se les
plantea la imperiosa necesidad de reducir las pérdidas por fallos,
reducir la NO-CALIDAD.
Ahora bien, en su sentido más amplio, los fallos internos y externos
de la NO-CALIDAD no solamente afectan al área productiva aunque,
lógicamente, sea donde se concentre la mayor parte del gasto
y donde existe el mayor riesgo, sino que la NO-CALIDAD concierne también
al resto de las áreas de la empresa inscribiéndose en
el concepto global de “CALIDAD TOTAL”.
Cualquier fallo, defecto, error, NO-CALIDAD, en definitiva, acabará
repercutiendo negativamente en la generación de fondos de la
empresa con su incidencia en la situación económico-financiera.
La CALIDAD es rentable. LA NO-CALIDAD ES CARA : debemos ELIMINAR LA
NO CALIDAD con la participación y colaboración de todos.