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Si he de vivir amargado, prefiero morir quemado.
Que surja rauda la muerte, si ya se pasó mi suerte
y la vida que me resta deviene triste y funesta.
Que surja rauda y me lleve, con su mortaja de nieve
hasta los fuegos eternos que trajinan los avernos
para que mi cuerpo lacio, excremento de palacio,
se rompa con la tortura de una condena tan dura
como ser el apestado de la corte y del estado
mientras tú, triste princesa, con tu boquita de fresa
lloras de rabia por dentro al sentirte el epicentro
de una campaña maldita que trastoca y debilita
algo tan puro y sincero como el amor al dinero
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